martes, 16 de abril de 2013

El mejor día de mi vida

     El día que mi hija nació, yo conocí lo mas hermoso de este mundo... sus ojos. La forma en que  encandilaron mi vida aun me mantiene cegada. Para mi no existe nada ni nadie en este mundo que pueda tener tanto poder en mi, en mi forma de pensar, en mis intereses y sobre todo en mi felicidad. Es imprecionante la cantidad de sentimientos que se atraviesan por el corazón de una mujer al momento de dar a luz, cuando finalmente te encuentras con la criatura mas perfecta que puedes considerar, dan ganas de aferrarse a la vida sin conocer la muerte con tal de protegerlo eternamente, yo no puedo olvidar aquellas emosiones que invadieron mi vida en aquel instante que la tuve en mis brazos por primera vez y recuerdo claramente cada detalle de lo que contemplaron mis ojos ese día. Sus ojos, sus brazos aferrados a mi pecho, su llanto, que simplemente se convirtió en la música mas placentera que desearían escuchar mis oidos, lo suave de su piel que recién conocía el frio de este mundo, todo en ella iluminó ese instante, iluminó mi vida, le dio un sentido real a la palabra amor, por fin conocí el verdadero amor, ese que nunca termina, el amor de madre, el amor hacia un hijo, el amor hacia uno mismo que en otras palabras se denomina orgullo. Mi hija, sin previas capacitaciones ni enseñanzas logró situarme en el pedestal de lo incorruptible, al mismo tiempo se transformó en el volante que direcciona mi vida y cada paso que me atrevo a dar. Ella es mi mayor virtud y mi logro mas deseado, es mi puerta hacia el futuro y la gran meta que desglosa mi felicidad.

     Recuerdo que aquél día todo lucía hermoso y el cansancio que provoca un parto pasó casi desapercibido cuando desperté al día siguiente y vi a mi pequeña recostada en su cuna, nada podía bajarme del cielo, yo estaba flotando en alegría y no podía ni habian motivos para sentir lo contrario. Estabamos ahí, los protagonistas de una nueva historia, disfrutando de la mas linda bendición, había amor y lo que no era, también se disfrazaba para recibir a mi pequeña criatura y comfortarla haciendola sentir repleta de amor. Había una familia, habian amistades, habian planes y supuestamente habrían grandes cambios.

     Como es lógico, algunas cosas no continuaron el curso de tan tremenda emosión, algunos planes no se concretaron y una parte del amor se fundió. Otras cosas se han mantenido, y otras consiguieron aumentar, un ejemplo de esto es el amor que siento por mi hija, el que a veces creo que me hará explotar, estoy tan sobrepasada de cariño, de ternura y de amor que creo que no necesito nada mas, estoy completamente satisfecha y conforme con lo que me ha regalado la vida, con cada día que paso al lado de mi pequeña gran felicidad. Sí, soy feliz y lo tengo todo, tengo la mejor recompenza de este mundo, tengo la potestad para darle un futuro hermoso a mi princesa de porcelana y así como el amor de verdad nunca abandona, prometo estar a su lado por toda la eternidad.

Gracias Dios por confiar en mí.