Todo
lo que vemos a nuestro alrededor durante la infancia indiscutiblemente se
transforma en las raíces de nuestro perfil psicológico, en las bases del
concurso de nuestra participación en la vida, y peor aún, en la variable más
importante que involucramos en la toma de decisiones. La mayor parte del tiempo
nuestra infancia determina nuestro futuro, por ende, nuestras costumbres no son
nada más que el resultado de lo que se nos enseñó a temprana edad.
Inconscientemente el comportamiento de nuestros padres durante nuestros
primeros años de vida, o mejor dicho, durante la edad formativa, se transforma
en la idea principal que adoptamos para llevar a cabo nuestro propio
comportamiento ante diversas situaciones y puede que sea el factor decisivo de
nuestra felicidad o de la felicidad de terceros. Afortunadamente existen
personas que difícilmente calcan los recuerdos negativos que conocieron durante
la niñez, y al contrario, revierten de modo correcto cada suceso que pudiera
ser un denominado “trauma o tranca repetida” para sus futuras vidas”. Del mismo
modo hay personas que buscan sin querer la réplica de lo que conocieron en sus hogares
o buscan algo muy similar a lo que los marcó de modo negativo, lamentablemente
lo hacen por inercia y sin pensarlo, no es algo que planeen, es algo que
funciona como un imán, terminan atrayendo y codeándose con personas que los
hieren y marcan del mismo modo, o terminan siendo tal como el ejemplo que tuvieron
durante sus años de crianza.
¿Por
qué abordo este tema con tanta libertad?, simple: porque yo encajo en uno de
estos perfiles, además, el autoanálisis de las decisiones que he tomado y
paralelamente el análisis del comportamiento de personas ligadas a mi vida,
aclaran en detalle el por qué de tantas dudas que han estado atormentando mi
presente.
Cuando
un hombre engaña a su mujer, sale de su hogar y luego de unos meses vuelve al
nido sin pedir perdón o sin tratar de remediar su error, teniendo hijos en edad
de entender cada movimiento que realizan, este, sin pensarlo está inculcando a
sus hijos que aquella actitud es la correcta. Es probable que un niño pueda
recriminar a su padre por lo sucedido, pero en el fondo es más amplia la
probabilidad de que este niño en un futuro se comporte con las mujeres del
mismo modo que vio hacerlo a su padre, sobre todo si el padre es una persona
que para imponer respeto acude a la violencia o al maltrato psicológico hacia
la madre de sus hijos. Un hombre que llega al hogar golpeando puertas, gritando
o lanzando objetos con las manos o a punta de pie, sin antes haber saludado a
su familia, es indiscutiblemente un hombre machista, un potencial mal ejemplo
para sus hijos, un hombre que se sabe de poco valor pero que acude al recurso
de generar temor ante los suyos para darse a respetar. Digo esto porque es
difícil que una persona inspire respeto si se comporta de aquel modo, por ende
no conocerá otra opción que imponerlo por fuerza. La madre de estos hijos,
también se transforma en un ejemplo, triste ejemplo de mujer sometida, la que
sus hijos tratarán de encontrar en sus futuras mujeres; ellos serán como su
padre y buscaran domesticar a mujeres con vivencias similares a las de su
madre. El círculo vicioso solo consigue romperse una vez que los nuevos
protagonistas deciden buscar ayuda y cambiar el rumbo de sus decisiones. Este
círculo solo se rompe cuando afrontan la realidad y se dan cuenta de que están
actuando mal o de que el ejemplo que imitan no conseguirá hacerlos feliz.
Las
mujeres que jamás encontraron afecto por parte de sus padres y que fueron
ignoradas cuando más necesitaban de su amor, o las que habitaban un ambiente
hostil en el regazo de sus progenitores, inconscientemente en la adolescencia
buscan hombres descariñados y poco afectivos, fríos en el trato que les ofrecen
para crear sus relaciones amorosas. Este es el maldito calco que generaran estas
mujeres a partir del desgraciado ejemplo que consiguieron captar durante su
infancia, las mujeres maltratadas y sometidas enseñan a sus hijas que es normal
ser tratadas así, por ende las niñas imitan incluso los gustos de sus madres cuando
se trata de buscar parejas. Del mismo modo estas niñas pueden criticar a sus
madres y escupir al cielo diciendo que ellas no tendrían hombres así, pero la
realidad indica que solo 2 de cada 10 mujeres rompen el ciclo de violencia o de
relaciones tortuosas, pues un gran número de estas no consigue siquiera
imaginar un tipo de vida normal y pacifico junto a un hombre. Será la
costumbre, el miedo, la falta de autoestima, la frustración, el miedo al
fracaso y a la desilusión lo que obliga a estas personas a aferrarse a un
sistema de vida similar al cáncer, que ataca de a poco pero profundamente y que
sin precedentes se apodera de la felicidad y el destino de muchas personas que merecían
un vuelco positivo en su existir.
Hace
algunos días estuve viendo un programa en la televisión, en el que se analizaba
el perfil psicológico de un grupo de presidiarias norteamericanas, las que cumplían
condena por asesinato. Lo que llamó mi atención de inmediato fue que todas
estas mujeres parecían bastante cuerdas y su semblante las presentaba como
seres pasivos e incluso angelicales. La apariencia de estas mujeres no era una
careta, ni formaba parte de un disfraz que no les quedara. Estas mujeres eran
personas sometidas, sufridas, mujeres que habían tenido una infancia tortuosa,
cuyos padres habían pasado por separaciones escandalosas de esas que dejan
huellas profundas, eran mujeres que anhelaban el cariño de un hombre (en el
caso de las mujeres cuyos padres las habían abandonado o habían dejado a sus
madres), eran mujeres sumisas ante la violencia, pues muchas de estas habían sido
criadas por hombres violentos que acudían a los golpes para corregirlas o
maltrataban sicológicamente al grupo familiar para imponer respeto, eran
mujeres que venían de familias donde el consumo de droga era algo normal y el
alcohol se bebía reiteradas veces durante la semana, lo peor es que todas compartían
el mismo tipo de desenlace en sus vidas, es decir, todas terminaron en prisión por
causa de un hombre. Ya que estas mujeres imitaron el ejemplo de sus hogares al
momento de hacer sus vidas, la mayoría de estas terminó buscando inconscientemente
a hombres que les provocaran daño, que las violentara, las engañara y las convirtieran
en seres masoquistas, mujeres que aguantaban una y otra vez una variada gama de
ultrajes a su conciencia y valor. Lo casi patético de esta historia es que una
vez que ellas conseguían sentirse amadas o aferradas a su relación, estas
actuaban como hipnotizadas bajo la voz del amo dominante. Así estas mujeres con
tal de satisfacer los requerimientos de aquellos personajes que ofrecían un
falso amor y que por lo demás solían ser seres perversos y maquiavélicos,
terminaron tras las rejas obedeciendo a la soledad eterna y fría de una prisión.
A
pesar de ser un ejemplo casi extremista, es válido para plantear mi punto de
vista, puesto que el daño que una mala infancia o una familia mal constituida
puede provocar, en varios casos puede ser irremediable y tristemente empujaría a
los más inocentes a adoptar ciertas conductas que cavarían la temprana tumba de
una felicidad frustrada y adormecida por el egoísmo de un par de adultos que no
lograran priorizar la mayor responsabilidad de sus vidas. “Sus hijos”.
Cuando pienso en el futuro de mi hija no puedo evitar sentir un miedo escalofriante cada vez que la imagino junto a un hombre, pues me da miedo que ella tome deciciones parecidas o calcadas a las que tomé yo, a las que seguí tomando una y otra vez. Se que para algunas personas puedo ser un gran ejemplo de valentía, pues he tenido un aguante sobrehumano para resistir ante una especie de tortura psicológica que estoy segura que no merecía pero ante mis ojos y ante los de aquellos que han sufrido mas de cerca mi experiencia tal vez no soy nada mas que una sencilla estúpida. Prefiero creer lo inicial, que he sabido perdonar, que he querido de verdad y que afortunadamente encontré el límite para mis penas y que lo hice en un momento idoneo para evitar que mi hija siga un mal ejemplo, para evitar que considere correcto el aguante que puse en práctica y para inculcar en su cabecita que nada ni nadie puede pasar a llevar su dignidad, mucho menos un hombre y mucho menos uno machista. Quiero enseñarle a que no debe exigir respeto, sino a que sepa de antemano que es respetable y que no deberá tener la necesidad de exigir nada pues sabrá que lo merece. Quiero que mi hija tenga un amor propio imposible de derrumbar y que busque personas que la enaltezcan, que la hagan sentir hermosa y valorada. Quiero ser su gran ejemplo y evitaré que los traumas perforen su coraza. No quiero que sea testigo de escandalos, de golpes, de maltratos verbales ni fisicos, ni de escarmientos o de arrebatos que terminen en maltratos ante cualquier ser vivo, no quiero que nada la atormente y mucho menos quiero que un mal recuerdo la haga sentir ligada a un pesimo futuro.
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