lunes, 20 de mayo de 2013

RECUERDOS

      De acuerdo a la norma, un recuerdo puede ser una imagen del pasado que se tiene en la memoria, o un objeto que sirve para recordar algo o a alguien. Aparentemente son definiciones simples, pero en contenido significan mucho más que aquellas resumidas oraciones. Para mí, un recuerdo es algo mucho más profundo, es algo que tiene poder para cambiar repentinamente tu estado anímico y en ocasiones pueden acarrear consigo otra serie de recuerdos que se van sumando para dar vida al pasado. 

      A mi modo de ver las cosas, cada recuerdo tangible que forma parte de mi colección posee otra denominación, en mí mundo aquellos objetos se llaman tesoros. Mis tesoros van desde una carta hasta un envoltorio de dulce, de un boleto de bus hasta una prenda de vestir, de un corazón de piedra hasta una flor de alambre. Cada uno me cuenta una historia diferente y muchas veces hacen referencia al mismo personaje a la misma época de mi vida y a los mismos sentimientos y otras veces me transportan hasta la más linda etapa de mi infancia, de mi adolescencia y de mi pasado cercano. Esta clase de recuerdos no suelen atropellar nuestro presente a toda hora del día, pues depende de nosotros hurguetear entre los sitios donde descansan para que puedan volver a hablarnos de lo vivido. 

      Los recuerdos que se presentan como imágenes del pasado son aquellos que consiguen modificar nuestro presente e incluso involucrarse en el futuro. Cada pequeño detalle de algún suceso que sea capaz de encadenarse en nuestra memoria tiene la ventaja de convertirse en consecuencia para nuestra vida. Por desgracia, aquellas personas que gozamos de buena memoria sufrimos a diario el tormento de los recuerdos, aunque está claro que no siempre se trata de malas experiencias, pero como pésima característica del ser humano, la mayoría de las veces le damos el título de prioridad a las cosas malas en lugar de las bunas. 

      A pesar de todo, lo que me gusta de los recuerdos es que cada quien puede adjudicarle el valor que estime conveniente, es decir, algún objeto sin valor monetario puede convertirse en el tesoro más preciado de alguien. Mi caso es así, los tesoros que guardo son prácticamente basura para quien quiera hacer un orden en mi espacio reducido llamado pieza, pero son mis tesoros y solo yo y alguien más sabe lo que significan para mí. 

      Otro recuerdo que invade mi mundo constantemente es el aroma de las personas e incluso su voz, pero con el aroma que caracteriza a cada quien me sucede algo especial, muchas veces puedo estar caminando por la calle y de repente se hace presente aquella esencia aromática y a mi parecer es el recuerdo más poderoso ya que tiene la capacidad de mover a esos demonios conocidos con el nombre de sentimientos. Ahí queda la grande, se paralizan las emociones anteriores y la mente comienza a trabajar más rápido para obligarte a recordar precisamente al dueño o dueña de aquella esencia. Estos recuerdos tienen casi la misma magia que las palabras, las palabras suelen quedar en la memoria; una frase que hayas atesorado en tu cabeza puede traer consigo la nostalgia y ahí corres peligro de quedarte estancado en el pasado. Por ejemplo: Tranquila, si yo lo puedo controlar, te juro que no se transformará en un vicio… Meses más tarde, lo único que captura el interés de aquella persona que emitió la oración es aquel vicio. El resultado; una familia que jamás se concretó y problemas de todo tipo acarreando la situación y en la mente de quien conserva recuerdos verbales aún existe latente el momento en que una promesa se rompió. Nostalgia, arrepentimiento, varar en el pasado sin posibilidades de salir son algunas de las consecuencias que trae el sistema inútil de acumular recuerdos. Pero no hay mal que dure cien años y tratar de sofocar los malos recuerdos es una buenísima terapia para despejar el camino hacia el futuro.

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